Lo primero que me sorprendió al volver a Singapur después de mi último viaje a estas tierras hace doce años, fue la organización para coger un taxi en el aeropuerto. No había nada dejado al azar. Un guardia te indicaba en la puerta cuando salir del recinto refrigerado del aeropuerto, a la vez que otro distribuía a los taxis en sus slots, de modo que estos siempre estaban ocupados, y ni faltaba ni sobraban coches para los pasajeros.
El siguiente shock fue leer uno de los carteles que figuraban en los laterales de algunos taxis “Little violence is not zero violence”. Aquí si que afinan.
Según me acercaba al hotel en el que se alojaban los participantes en la conferencia, y en la que se celebraba los talleres y conferencias de la misma, pase junto al nuevo circuito urbano de Fórmula 1, que se corrió por la noche.
La verdad es que toda la ciudad-país tiene un aire curioso. Un amigo mío mexicano que vive allí lo llama Mickypur. Y me explico; Singapur significa la ciudad del león, singa es león; pero claro con tanto control, y todo tan artificial, aunque alucinante da una sensación de artificialidad difícil de disimular. Singapur es para muchos, una especie de Disneyland, pero en ciudad o ciudad-país.
Eso sí, todo está en su sitio, y la limpieza, a través de sus controles es impecable. Por la noche la suciedad no se ve, pero el skyline (aunque la foto no tiene buena definición) es impresionante.
Por otra parte mi ponencia “The grammar of creative thinking” fue muy bien, y hubo bastantes preguntas durante la misma, así como al acabar. No me quedé todos los días de la conferencia, y me volví unos días antes de que acabara.